Vivimos en una época paradójica en el mundo. Tal como se refirió Obama en una de sus últimas alocuciones como presidente de los Estados Unidos, la desigualdad creada por la globalización es el principal desafío para la democracia en el mundo. Obama advirtió que las enormes brechas causadas por la globalización hacen que mucha gente “sienta que pierden el control, y quiera volver atrás”.
Estamos viviendo
la paradoja en la cual la misma tecnología que ha mejorado sin lugar a
duda, las condiciones y calidad de vida a escala global, ha aumentado la brecha
y generado desigualdades.
Paradójicamente también, nuestros
jóvenes, que representan la primera generación verdaderamente global y la mejor
educada de la historia, salen a protestar pues no encuentran oportunidades para
realizarse y vivir plenamente.
Seguimos padeciendo problemáticas
como la corrupción, desempleo, calentamiento global, pobreza, falta de acceso a
servicios básicos, inseguridad y otros, pero seguimos comportándonos bajo el
modelo ético con el que nos educaron que es el de la ética representativa,
en el que nos pasamos victimizándonos en quienes nos representan en cada
dimensión de nuestras vidas, como es el caso de los políticos y gobernantes.
Por eso, este texto es una llamada a la acción. Un llamado a cambiar a
una ética participativa, en la que asumamos incondicionalmente la
responsabilidad de entender, que el único capaz de cambiar mi destino, soy yo
mismo.
Parece que nos tocó vivir algo que pasa pocas veces en la historia. El ocaso de una civilización dominante. Parece que el modelo capitalista que tanto beneficio trajo a la humanidad está en sus últimos momentos pues el capitalismo tardío se convirtió en uno voraz, que genera plutocracia y desigualdad.
También nos está tocando vivir el
cambio del factor de producción imperante. En el siglo veinte pasamos de la
preponderancia de la tierra como factor principal de producción con los
terratenientes como amos y señores, al cambio de factor hacia el capital, con
la hegemonía del capitalismo y a partir de los años sesenta con la llegada de
la llamada tercera revolución industrial, en la que el trabajo (conocimiento /
talento) pasó a dominar. Hoy en medio de la 4RI presenciamos el surgimiento de
un nuevo factor predominante, la información, por lo que resulta
imperativo adaptarnos a estas nuevas realidades.
La solución a esta problemática
no puede ser el continuismo en el modelo, pero tampoco el saltar hacia los
populismos de extremos, pues se ha probado que tales solo distorsionan la
realidad y termina siendo peor el remedio que la enfermedad.
La solución pasa por la generación
de oportunidades para todos, a través de la participación.
“Cuando
empieza a solar el viento, algunos corren a esconderse, mientras otros construyen molinos
de viento”
El nuevo escenario parte de una
mutación social profunda que inició con las nuevas generaciones, lo que hace
necesario consolidar el estado de bienestar, teniendo en cuenta también que coexiste
un envejecimiento poblacional. Nuestro sistema ha tenido un solo centro de
gravedad y nos corresponde desarrollar uno con múltiples en un esfuerzo
descentralizador. También debemos asumir el paradigma de ecosistema como
modelo de la nueva realidad del país y esto significa que no solo los grandes
grupos económicos pueden ser el eje de desarrollo de nuestro país. Tendremos que formular una nueva definición
de éxito para el gobierno, pues la actual es de corto plazo y se basa solamente
en el crecimiento del PIB sin tener en cuenta la brecha de inequidad que se
sigue ampliando. Debemos entonces repensar y refundar todos los pilares de
nuestro sistema-país y resolver de una vez por todas los flagelos de la
inequidad, la inseguridad y la corrupción.
Esta no será una tarea fácil, ni
de un caudillo o mesías. Es necesario un consenso y una corresponsabilidad
sólida entre el máximo de fuerzas políticas y la sociedad civil y se requiere respetar
unas consideraciones básicas que incluyen nuestra singularidad como sociedad,
tener una ambición de nuevo país realista y fiable, mirar hacia adelante y no
más espejos retrovisores, mirar hacia afuera en un contexto sin fronteras y
construir nuestro futuro entre todos.
Nuestro nuevo buen camino, como
lo llamaba Descartes, debe partir ubicando al ciudadano como centro de
gravedad del país y debe lograr la instauración para cada agente de un
patrón de triple excelencia (medible, adaptable y conectada) de manera que se
logre vertebrar el modelo productivo colombiano sobre la agregación de valor y
conocimiento a las personas, la generación de bienes y servicios, el capital
financiero y una nueva marca país, logrando también garantizar la coherencia
integral del mencionado sistema-país.
Para aterrizar en la práctica, se
proponen una serie de actuaciones que parten de la creación de una
nueva sociedad y mercado del talento que incorpora la transformación de
nuestro sistema educativo, la del trabajo y la alineación de la oferta con la
demanda. En segunda instancia, se propone que el modelo productivo colombiano,
nos lleve a insertarnos en un escenario de nueva competitividad global y en
seguida se logre la creación de un nuevo estado de bienestar responsable
en el que se rompan las brechas y asimetrías de información entre quien define
y presta los servicios del estado de bienestar y quien los usa y financia.
Resulta relevante en tercer lugar lograr una nueva estructura de capital
financiero inteligente en la que se reforme el sistema financiero actual
que genera desigualdad y se transforme el marco regulatorio, para que avancemos
a un mercado de capitales para la economía del siglo XXI. Debemos trabajar para
lograr una nueva administración eficiente, en la que exista un balance
entre la accesibilidad a la administración con la efectividad (calidad) y la
eficiencia (costo y tiempo). Para esto debemos revisar la función pública
y avanzar hacia un nuevo modelo de administraciones transparentes y medibles
soportadas en la tecnología (blockchain principalmente). En el
plano internacional, nos corresponde re - posicionar al país con una nueva
marca – país más influyente.
De otra parte, en el plano
estratégico nos tenemos que mover hacia el desarrollo de una nueva estrategia
país que desarrolle una política de estado y se institucionalice la estrategia
junto con su modelo de seguimiento.
Nada de lo dicho será posible, si
no abrimos camino a unos nuevos protagonistas sociales de la transformación
a través de la creación de nuevos espacios de opinión colectiva y nuevos
instrumentos abiertos de acción, igualmente colectiva.