Antes de hablar
del futuro de los servicios financieros, debemos hacer consciencia de que esta
tercera década del siglo XXI representa la de mayores cambios convergentes en
la historia reciente de la humanidad. El primer gran cambio que afectará la
industria financiera es el cambio en el orden económico mundial.
Estamos presenciando el ocaso del sistema capitalista y su
resquebrajamiento dará lugar a un nuevo paradigma post – capitalista, en el que
no necesariamente el nuevo orden será comandado por China y el yuan como moneda
de referencia como muchos analistas predijeron y si fuese así, creo que este
orden chino no duraría ni siquiera una década. Apuesto más a lo que algunos
autores llaman la Sociedad del Cero Costo Marginal (Zero Marginal Cost
Society) con nuevos modelos de gobierno basados en el concepto de futarquía
propuesto por Robin Hanson y con la aparición antes de 2028 de las DAO
(Organizaciones autónomas descentralizadas en la Web3) políticas, con nuevas
plataformas de gobierno basadas en tecnologías renovables y las primeras
naciones descentralizadas (Network States) con sus propias monedas,
ciudadanos y territorios distribuidos por el mundo físico y por el metaverso y
con capacidades de acción colectiva.

Estas naciones descentralizadas constituirán
el nuevo orden económico mundial y seguramente serán reconocidas por las
Naciones Unidas, gozando de soberanía y un grado total de autonomía
descentralizada apoyada en una carta magna cryptographica, a manera de
constitución.
El segundo gran cambio al que me referiré
para analizar el futuro de la industria financiera, tiene que ver con el
aumento de la brecha de equidad en el mundo. Tal como lo anunció Barack
Obama a su salida de la presidencia de los Estados Unidos, estamos viviendo la
paradoja en la que, si bien la globalización y el avance tecnológico han
mejorado la calidad de vida promedio en los últimos 70 años, la brecha de equidad
ha aumentado y ha aparecido una generación de jóvenes que se quieren devolver y
que se sienten sobrantes y rechazan nuestro ordenamiento económico y político. Mi
propósito de vida tiene que ver con el cierre de esa brecha en Latinoamérica,
una de las regiones más desiguales del planeta.
El tercer cambio se produce a partir de la cuarta
revolución industrial, que acabó de plano con la teoría económica tradicional, en
la que se sostenía que los factores de producción eran la tierra, el capital y
el trabajo, e introdujo un nuevo factor preponderante que es la información,
dando origen a la economía digital, acelerada por la pandemia.
Esta es
la economía de la abundancia, en la que los seres humanos dejan atrás el afán
de poseer y ahora prefieren ser, experimentar y acceder a recursos que no son
de su propiedad y en los que la clave es compartir y apalancarse. En esta nueva
economía surge el fenómeno de las startups de base tecnológica, las fintechs
y las organizaciones exponenciales, ExO, que crecen tan rápidamente, y que se
basan en la experimentación, la autonomía, lo social y son organizadas con
personal por demanda, activos apalancados, gobernadas por algoritmos y con el
compromiso de su gente con el propósito de la empresa como factor de atracción
y retención del talento, llevando a la necesidad para las empresas del siglo XX
a desarrollar una capacidad de adaptación de mayor velocidad que el cambio
tecnológico y la evolución en el comportamiento del consumidor, so pena de
quedarse fuera del juego en un proceso de selección natural, conocido como el darwinismo
digital.
En el caso de la industria financiera, se
configura entonces un nuevo ecosistema a partir de la evolución del
comportamiento de los consumidores, que ahora están permanentemente conectados
entre si y a las redes sociales, exigen servicios de mayor calidad y que estén
en línea con su propósito, dejando de ser consumidores periódicos para
convertirse en continuos.
Así la primera
disrupción de la industria la protagonizaron las Fintech, con mayor
transparencia que sus antecesores bancarios, con precios dinámicos y ofertas
personalizadas y contextuales, con productos y procesos 100% digitales y
apelando a la desintermediación como parte de su propuesta de valor.
Hoy
vivimos una segunda disrupción financiera, protagonizada por las Bigtechs
como Apple, quienes tienen grandes volúmenes de datos, toda la tecnología y el
potencial de escalar desde sus negocios de base y que están impactando la
industria, aumentando la transparencia, bajando las barreras de entrada en los
mercados de personas de menores ingresos, con un mejor y más confiable
servicio, productos a la medida y mejor ajustados al riesgo de cada cliente.

Esto
se traduce en un cambio en la propuesta de valor, que ya no reside en las
transacciones, sino en el acompañamiento del cliente a lo largo de su ciclo de
vida. Los clientes se le movieron a la industria financiera, no van al banco, y
hoy interactúan en ecosistemas líquidos como el de movilidad inteligente, vida
saludable, hogares seguros o escudos empresariales, implicando que la oferta de
valor ya no resida en los productos, sino en relaciones integrales con los
clientes y los actores de los ambientes donde estos viven, interactúan y se
mueven. De otra parte, la digitalización y la analítica están promoviendo una
fragmentación en la cadena de valor financiera que genera nuevos modelos de
negocios, basados en plataformas y marketplaces, con un nivel de hiper
personalización sin precedentes.
La tercera disrupción en esta industria,
que estamos viviendo ahora y que marcará el futuro de las Fintech y de
los servicios financieros, está direccionada por la descentralización
que posibilita la Web3 y que generó el movimiento de finanzas descentralizadas,
DeFi. La nueva economía es la economía de los usuarios, gestionada por
tokens. Estamos pasando del mundo de la propiedad centralizada y la
intermediación, al mundo de todos como propietarios.
Imagínese que un activo
como el dinero pueda ser, en una transacción, pausado, editado o fluir
continuamente. Podemos entonces programar las transacciones y utilizando
tecnologías que no necesitan confianza (trustless) como blockchain y
que son seguras a partir de bases de datos distribuidas y criptografía, des
intermediar la industria y lograr que el usuario sea el banco y se “gane” el
tradicional margen de intermediación. Así, o la industria encuentra nuevos
modelos de negocios y nuevas propuestas de valor o terminará en el proceso de
selección natural que mencioné antes como el darwinismo digital.
El fallido fenómeno de transformación
digital no ha resuelto el desafío de la nueva economía en la industria de
servicios financieros. No bastó con introducir tecnología digital para mejorar
la productividad, la experiencia del cliente y las fuentes de ingresos
existentes, sin retar el modelo de negocios. No sirvió la generación de
capacidades digitales, sin generar capacidades de liderazgo para lo digital,
transformando las organizaciones, las culturas y las personas.
Las instituciones “tradicionales” y las Fintech
que quieran ser relevantes y exitosas en esta tercera ola de disrupción de la
industria financiera, deberán
desarrollar capacidades empresariales orientadas
a una nueva y potente experiencia digital de los clientes, incluyendo entender
el comportamiento de sus consumidores en esta nueva economía digital, re
diseñando los procesos de atracción y retención de clientes, desarrollo de
productos y servicios digitales y la capacidad de que la empresa sea orientada
por el conocimiento, es decir que tome decisiones basadas en las evidencias de
los datos y no en las hipótesis de quienes las administran. También deben
generar capacidades para convertirse en organizaciones líquidas, entre otras la
capacidad de automatización inteligente, que convierta su know – how
y procesos en propiedad intelectual escalable (activos digitales), la
transformación organizacional, la transformación cultural y personal y la de
arquitectura tecnológica digital. Para lograrlo, mi propuesta parte de retar el
modelo de negocios desde la estrategia, entendiendo que estrategia es lo que se
hace y no lo que se piensa, es decir, la estrategia es una serie de decisiones
de ejecución en cascada que inician con re plantear su aspiración ganadora, su
cancha de juego (geografías, segmentos de cliente, portafolio de productos y
distribución), el cómo
ganar (la propuesta de valor) para jugar a ganar y no
jugar por jugar y luego entender y priorizar las capacidades necesarias y cómo
medirlas y gestionarlas. Trazada esa hoja de ruta, que llamo la iluminación estratégica, se puede acudir a la
innovación digital abierta con otros actores en su ecosistema y aquellos prototipos
que pasen la fase de producto mínimo viable, pueden ser escalados a toda la
organización usando paradigmas del pensamiento ágil.
Podemos concluir que la nueva economía está
cambiando profundamente a la industria financiera y que lo importante es estar
conscientes, ser proactivos y estar presentes trabajando en desarrollar su
estrategia para esta nueva economía.